La evolución de la expresividad motriz
de los niños exige un marco que la contenga, por esto se pone progresivamente a
su disposición un dispositivo espacial y temporal.
Dispositivo
espacial:
en la sala existen dos lugares; un lugar para la expresividad motriz del niño,
un lugar para la acción, para jugar; y un segundo lugar bien delimitado para la
expresividad plástica, gráfica y del lenguaje.
Dos lugares, he aquí el dispositivo del espacio.
Los niños serán invitados a pasar de un espacio a otro, entonces, este paso
del placer de jugar con su cuerpo al
placer de simbolizar con la construcción, con el lenguaje, ayuda al niño a
pasar por diferentes niveles de simbolización que van del cuerpo al lenguaje.
El primer lugar es amplio, está reservado a las
actividades de juego motor y tiene su material específico. El segundo es más
reducido y tiene también su material.
Antes de que entre el grupo en la sala, estos dos
lugares ya están instalados para que los niños encuentren en cada sesión el
mismo material e idéntico dispositivo, porque es un factor que proporciona
seguridad, facilita la anticipación imaginaria y también anticipa el placer.
Durante la sesión se invita al grupo a pasar del primer al segundo lugar.
Dispositivo
temporal:
Se estructura por medio de fases sucesivas que se proponen a los niños para que
puedan pasar por diferentes niveles de simbolización, para que puedan sentir
placer en un itinerario de maduración psicológica, que podría resumirse en
pasar “del cuerpo al lenguaje”.
El primer
tiempo este reservado a la expresividad motriz (proceso de aseguración por
medio del juego). El segundo tiempo
para “la historia” narrada al grupo (proceso de aseguración por medio del lenguaje)
y un tercer tiempo está dedicado a
la expresividad plástica y grafica (simbolización a través del grafismo).
La duración de las sesiones ha de ser variable en
función de la edad de los niños. Sesenta minutos son una buena duración para
desarrollar todas las fases, aunque con un grupo de dos años la sesión puede
ser más corta y con los más mayores puede llegar a los ochenta minutos. En
cuanto al número de niños y niñas en la sala, la experiencia demuestra que un
numero conveniente es de un psicomotricista por cada diez o doce alumnos.
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